Son blues, son psicodelia, son raíz, son futuristas, son portentosos, son genuinos,… son únicos. Automatic City también son franceses (de Lyon), pero bien podrían haber salido de una pirámide egipcia, o de un pantano de Luisiana, o de la lámpara de Aladino o, para que engañarnos, incluso de una nave espacial. Comenzaron tocando versiones de blues para ir desarrollando un sonido tan propio como deslumbrante, electrificando el blues clásico de los años 50 y 60 hasta la experimentación: un blues emocionante, mágico, impuro, contaminado, sucio, sexy, tan innovador como liberador (y liberado).

Así que, porque no hay solo blues en la vida (aunque no hay vida sin blues, como ellos mismos dicen), los franceses cruzan líneas, límites y fronteras incorporando a su genuino sonido su gusto por lo exótico oriental, por lo psicodélico, por las bandas sonoras de películas de ciencia ficción, por los ritmos africanos, por los latidos electrónicos. Escucharlos, verlos, disfrutarlos en directo es, por momentos, entrar en una iglesia baptista del Mississippi; por otros, pasear por el Sáhara en camello; en ocasiones, sentir que te secuestra una tribu de extraterrestres.

Riman sorpresivamente y suenan retro-futuristas, como un viaje actualizado a los orígenes del género: voces conmovedoras, ritmos orgánicos, sonidos crudos, la raíz del blues y el rhythm and blues, redibujada con salvajes guitarras eléctricas, percusiones variadas, viejas cajas de ritmo, theremín o sitar, botellas, latas,… Todo jadeante y húmedo, vibrante y sugestivo. Como el propio blues, el auténtico blues.

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